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miércoles, 28 de diciembre de 2022

¿Qué es un diagnóstico psiquiátrico?

Cuando alguien sufre alguna enfermedad o trastorno, el primer paso para iniciar un tratamiento es realizar un buen diagnóstico. El diagnóstico consiste en identificar el origen del problema, para lo cual se comienza por lo más superficial que puede observarse, los síntomas, y, a partir de ellos, se buscan posibles afecciones conocidas que puedan encajar con dichos síntomas, y se realizan pruebas diagnósticas que confirmen o rechacen las suposiciones.

Esto no es una tarea fácil. Un conjunto de síntomas raramente determinan de manera inconfundible una enfermedad determinada. Recordemos series como la del doctor House. Seguramente todos conocemos algún caso real en el que se ha estado buscando durante largo tiempo de manera infructuosa la causa de un trastorno, hasta que se ha podido dar por fin con ella, a pesar de conocer todos los síntomas.

Algunas enfermedades son más sencillas de diagnosticar, porque existen pruebas que las determinan con precisión: huesos rotos, falta de alguna vitamina, infecciones víricas o bacterianas, órganos que no funcionan bien, incluso muchos tipos de cáncer. Sin embargo, es posible que haya que realizar muchos intentos antes de aplicar la prueba que nos indica efectivamente de qué enfermedad concreta se trata. Pensemos en una infección vírica. Podemos estar seguros de que se trata de una infección, pero, ¿de qué virus se trata? Saber esto es imprescindible para poder aplicar un tratamiento, ya que no a todos los virus les afectan los mismos fármacos. Un diagnóstico equivocado seguramente lleva a un tratamiento inútil o incluso perjudicial.

En el campo de la psiquiatría, la medicina de la mente, el panorama es aún más difícil. Para empezar, no sabemos ni siquiera cómo se forma la mente a partir de la actividad de las neuronas de nuestro cerebro. El cerebro está muy protegido dentro del cráneo. Es muy complicado acceder a él, teniendo en cuenta además que tampoco tendríamos muy claro qué, dónde y cómo buscar. Podemos obtener algunos datos sobre la actividad cerebral con herramientas como los electroencefalogramas, los TAC, o las resonancias, pero se trata solo de imágenes de baja resolución que, como mucho, permiten identificar algunas lesiones cerebrales o tumores, lo que pertenece más al ámbito de la neurología o la oncología que de la psiquiatría. Estas pruebas poco nos pueden aportar para entender el funcionamiento de nuestra mente.

Tampoco existen análisis de sangre o de orina que le puedan decir al médico si tienes alto o bajo este o ese otro indicador, las radiografías no pueden aportar nada. Los facultativos están prácticamente ciegos con respecto a lo que ocurre dentro de tu cerebro y que te está causando los problemas que sufres. Todo lo que tienen es lo que el paciente y sus familiares ya conocen también: los síntomas.

Los síntomas de las enfermedades psiquiátricas forman un conjunto no demasiado grande: delirios, pensamiento o discurso desorganizado, movimiento muy desorganizado o catatonia, alucinaciones, obsesiones y temores, euforia, desmotivación, desinterés por la vida, tristeza excesiva, evitación de interacciones sociales, insomnio, adicciones y no muchos más.

Estos síntomas se pueden presentar en diferentes grados de severidad y con diferente duración y periodicidad en el tiempo: alucinaciones leves durante una semana, o graves durante un mes, etc.

Con estos elementos, se construyen, de manera un tanto artificial, una serie de categorías que comprenden una serie de posibles síntomas junto con su grado de severidad y su duración en el tiempo, y estas categorías dan nombre a lo que llamamos un diagnóstico psiquiátrico. Por ejemplo, la esquizofrenia se caracteriza de la siguiente manera en el manual diagnóstico estándar DSM-V (en forma muy resumida por mí):

Delirios y/o alucinaciones y/o discurso desorganizado durante al menos un mes; comportamiento muy desorganizado o catatónico y/o síntomas negativos (expresión emocional disminuida o abulia) durante al menos un mes. Deben presentarse dos o más de estos síntomas y al menos uno debe pertenecer al primer grupo. La gravedad debe ser tal que impida el funcionamiento normal de dicha persona en su vida diaria (trabajo, relaciones, etc.). Los signos del trastorno deben persistir un mínimo de seis meses. Se deben descartar antes otras posibles enfermedades con sintomatología parecida, y el uso de drogas o medicamentos que causen estos síntomas.

Por tanto, tener esquizofrenia se corresponde con presentar esas características. De lo que pasa en la mente del paciente, no sabemos gran cosa. Se barajan causas genéticas, epigenéticas (variaciones en el comportamiento de los genes debidas al medioambiente), desequilibrios bioquímicos originados por estrés, mala alimentación, falta de sueño, y vete a saber cuantas más cosas. Incluso es posible que influyan vicios, temores y comportamientos aprendidos, ya que todo aprendizaje modifica las conexiones de nuestro cerebro. Pero no tenemos otra cosa en la que basarnos que los síntomas. Al cerebro/mente de dos personas diagnosticadas con esquizofrenia le pueden suceder cosas muy diferentes, aunque la “enfermedad” que les han diagnosticado sea la misma.

Si hay algún órgano complejo en nuestro cuerpo, este es sin duda el cerebro. De hecho, si hay algún sistema complejo en la Naturaleza, este es sin duda también el cerebro humano. No por presentar los mismos síntomas, dos personas necesitan seguir el mismo tratamiento, o tomar los mismos medicamentos.

Existen muchas cerraduras diferentes que abrir o cerrar en el cerebro para eliminar, o al menos mitigar dichos síntomas. Los diferentes medicamentos poseen, por así decirlo, algunas llaves que encajan en algunas de estas cerraduras. Por este motivo, el tratamiento en psiquiatría no puede quedar totalmente determinado por el diagnóstico. Resulta necesario encontrar la medicación y dosis adecuada para cada paciente, por supuesto, de entre un conjunto de fármacos indicados para la dolencia, si hablamos de esquizofrenia o cualquier otra psicosis, los antipsicóticos, si hablamos de depresión, los antidepresivos, etc. Se trata de un proceso de prueba y error que puede ser largo y resultar frustrante, pero a día de hoy no conocemos otra forma de acertar. La experiencia del psiquiatra puede ser, eso si, un factor determinante.

Para hacerlo todavía más complicado, estos trastornos pueden evolucionar en el tiempo, incluso pueden empeorar en algunos casos debido a una medicación incorrecta, o incluso a una correcta, y el diagnóstico puede cambiar y requerir un tratamiento diferente.

El objetivo de todas estas explicaciones no es el de atacar a la psiquiatría o el de causar desconfianza o temor en los pacientes y sus familias. Se trata más bien de un llamamiento a la búsqueda de información por parte de toda la población, precisamente para poder ayudarles en su trabajo. Nos encontramos todavía en un terreno prácticamente desconocido de la medicina. La frontera de la mente es un territorio muy difícil de explorar. Me parece muy necesario un aumento de interés por parte de todos en lo que respecta a nuestra mente y sus posibles cuidados y trastornos. Esto nos permitiría ser más eficientes como sociedad a la hora de diseñar e implementar políticas de prevención, transmitir una mejor información a los psiquiatras en las consultas, y fomentar la inversión en investigación a base de consumir los productos resultantes de la misma (me refiero a la información, no a los medicamentos, claro está).

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