Migración e interculturalidad
A lo largo de la historia, se ha ido creando y consolidando un mundo dividido entre Norte y Sur, donde el Norte tiene el poder político-económico, y el Sur a menudo los recursos que le son explotados o las tierras a las que van a parar los residuos sobrantes del Norte.
La historia lejana de la humanidad, pero también la reciente, nos habla de Colonizaciones. De la ocupación de tierras por el propio provecho, sin importar los usos y las formas de la población ya existente en aquellas tierras, de su organización social y cultural o del destino de éstas una vez se coloniza y se imponen las formas de hacer del país colonizante. A menudo, esta supremacía del colonizador ha sido apoyada política e ideológicamente por las certezas científicas de ser seres superiores, en desarrollo como especie, en inteligencia y capacidades.
Durante la época de la esclavitud los negros no eran considerados seres humanos, sino algo más cercano a los animales, aquellos que el hombre blanco había superado con su capacidad de razonamiento y raciocinio. (Veremos que esta comparativa supremacista no es tampoco ajena a las mujeres, a las personas homosexuales o de identidades no normativas, o más recientemente a las personas mayores. Al fin y al cabo, se trata de lo que llamamos Patriarcado).
El racismo y la xenofobia tienen su origen en el colonialismo, y se mantiene todavía en las formas de colonialismo existentes en tanto que siguen las desigualdades Norte/Sur y el aprovechamiento de unos para con los demás.
Todos los países del Norte global tienen leyes de extranjería bastante restrictivas, y se mira con miedo y preocupación la llegada de personas migradas a sus calles de pueblos y ciudades. En tanto que sigue presente el discurso del otro como diferente, como algo ajeno a mi entorno más puro y originario (si es que esto existe o ha existido nunca), se percibe a la persona migrada como una amenaza, como lo que vendrá a llevarse recursos propios y a cambiar formas de hacer.
La humanidad es migrante. El ser humano se caracteriza por tener curiosidad por todo lo que le rodea y al mismo tiempo por buscar las posibilidades de vida mejores posibles. Sea por decisión de establecerse en otro lugar (país) distinto al de nacimiento, sea para buscar mejores oportunidades, el ser humano se ha movido por todo el globo y seguirá haciéndolo.
Las diferentes sociedades y culturas no se han desarrollado más que desde aquí, desde esa diversidad que en mayor o menor medida siempre ha existido y las ha enriquecido, enriqueciendo al ser humano.
Sin embargo, y producto de las desigualdades crecientes y abusos de los países con mayor poder político-económico (y siempre mal llamados “desarrollados”) sobre aquellos países que se encuentran sometidos, los fenómenos migratorios de los últimos 4 años han sido de los más numerosos y el número de desplazados forzosos huyendo de guerras, mafias, persecuciones políticas, etc., ha llegado a cifras que quizás no se habían visto antes porque además ha sido un fenómeno simultáneo en diversas partes del planeta. Los refugiados Sirios, los venidos de países del centro y sur del continente americano (sobre todo de Venezuela, pero también de Honduras, de El Salvador o Colombia, y más recientemente de Perú), y los llegados de países subsaharianos, o Marruecos y Argelia en el continente Africano que han dejado miles de miles por el camino en lo que llamamos nuestro Maremortum.
Desde este legado histórico y presente de colonizaciones y patriarcado, al migrante se le sigue viendo como una amenaza. Como aquél que vendrá a querer continuar con sus costumbres y no acabar nunca de “integrarse”, además de consumir recursos propios (quien no ha oído decir nunca aquello de “nos roban el trabajo” o “tienen demasiadas ayudas públicas”). Despiertan miedo e incluso odio con miradas más o menos conscientes cargadas de racismo y xenofobia, hechas desde esa supuesta superioridad que les ve como personas menos evolucionadas e incluso como potenciales delincuentes. Nos preocupamos mucho por que se produzca esta “integración”, y muy poco por conocerlas realmente en su persona, su historia, sus costumbres y culturas, sus anhelos y su humanidad. Vemos a menudo las carencias de sus sociedades hacia libertades, respeto por los derechos fundamentales o achaques como el machismo, con un giro de la mirada que se acomoda y olvida ponerse sobre nuestras propias carencias.
La realidad es que la gente migra buscando mejores oportunidades, con ganas de trabajar en las mejores condiciones posibles y siempre con agradecimiento a los lugares donde se le acoge. Y la realidad también es que las leyes de extranjería actuales no les ponen nada fácil, volcándoles a menudo en una precariedad institucional que nadie querríamos para nosotros mismos/as, y que les aboca a unas condiciones de vida muy difíciles. Los estereotipos hacia la migración siguen siendo muchos y conocidos, generando situaciones de sufrimiento y malestar por estas personas que ya suelen llevar de origen una mochila bastante cargada, más aún cuando al final a menudo se acaban reproduciendo las dinámicas de opresión norte/ sur y acaban ocupando, al menos durante un período largo desde su llegada, los puestos de trabajo y las condiciones de vivienda más precarias.
Desde Locomotora21, junto a Unidad Contra el Fascismo y Racismo, y la Asociación Africana Ande Diapo, queremos sumarnos a una visión de la migración desde la Interculturalidad, que ayude a combatir los discursos de miedo y odio, y rescate el valor de la diversidad y el enriquecimiento social y cultural que ésta siempre supone.